En lo que llevamos de año ya son muchas las hectáreas quemadas en la península ibérica. Algunos incendios han sido especialmente devastadores tanto en recursos naturales de gran valor ecológico como en vidas humanas. Entre ellos, destaca por su especial virulencia el de Pedrógâo Grande, que ocasionó 64 víctimas mortales y más de 200 heridos. Familias enteras perdieron la vida cuando quedaron atrapadas por las llamas en la carretera que une los municipios de Figueiró dos Vinhos y Castanheira de Pera. Tal es la magnitud de la catástrofe que no se puede comparar con los acaecidos en Peñuela de Moguer (Huelva), Sant Mateu del Bages (Barcelona), Segura de la Sierra (Jaén), Verín (Orense), Yeste (Albacete) o más recientemente, el de Arribes del Duero (Zamora), entre otros.
Para los que, de forma habitual, nos calzamos las botas y salimos a recorrer la montaña, con cada incendio perdemos algo de nosotros mismos. No hay nada más desolador que un paisaje calcinado sobre todo cuando sabes que detrás de ello está, en la mayoría de los casos, la mano del hombre. Un antiguo eslogan de campañas forestales contra incendios decía: “Cuando el monte se quema, algo tuyo se quema” a la vista de los hechos hoy cobra plena vigencia.
¡ME QUEMO!